No se de donde es que han salido tantos carajitos en esta calle, pero es un recua que hay y viven el dia entero jodiendo en la calle. Si voy a sacar algo del baul del carro hay uno que viene y se me para al lado a inspeccionar cuidadosamente que es lo que voy a sacar del baul y a dejar en el. Ese mismo mocosito un dia en la bicicleta le ralló el carro a Janira desde alante hasta atrás por un lado y la mamá se hizo la loca y hasta nos botó de la casa cuando le fuimos a reclamar. La suerte fue, irónicamente, que como 2 semanas después Janira eplotó el carro en la Zona Colonial y lo dejó como una sardina en latas por lo que no fue necesario cobrarle más el rallón a estas gentes.
Yo no quiero tratarlos mal porque en el fondo son simplemente unos carajitos, pero deseos de darle un roquitoqui o ponerlos a ver a Dios comiendo arroz no faltan cuando se me paran al lado o los veo jodiendo desde que amanece.
Hay otra que cada vez que me ve me saluda: «Hola Popi!» y se me hace un pequeño nudo en la garganta de tantas veces que he querido cargarla y remenearla a ver si no está jugando en el medio de la calle cada vez que yo llegó en el carro y tengo que tocarle bocina.
Bueno, entrando ya en lo que realmente le da título a este tratado. Las paredes cremas de mi casa en estos dias se habian llenado de marcas redondas de sucio, y solo hay que haber sido niño para darse cuenta que se trataban de marcas de pelotas. La vaina es que ya la pared estaba que daba asco y mi mamá con una cuerda der diablo. Yo realmente ni me habia dado cuenta, no me fijo en eso. Lo que si que ya mi mamá me habia comentado y habia dicho como cualquiera diria por hablar disparates, que los va agarrar y los va a poner a ellos a limpiar la pared.
Bueno, hoy yo llegué a casa a eso de las 5:30pm de dar clases y para mi sorpresa me encuentro con tremendo operativo de limpieza. Todos los carajitos de mi calle cargando cubetas, con la manguera, cepillos y demás artículos de limpieza doméstica limpiando las paredes de afuera de mi casa, la marquesina y el patio.
Estaban todos fajados, y, muchachos al fin, contentos como si fuera la vaina más cool que hayan hecho en su vida, yo se los digo, esos malditos carajitos quiero matarlos pero en el fondo son buena gente y cool.
Salí del carro, les tiré par de fotos muerto de la risa, entré, me quité la ropa de trabajo, me puse ropa de tigueraje, comí y salí a ver como iba el operativo con la cámara en mano a ver si habia algo nuevo y ¡Oh, sorpresa!… ¡Me estaban lavando el carro! No me puedo quejar con estos pequeños engendros del infierno, me lavaron media casa y el carro que estaba ya de otro color del sucio (como siempre).
Esta es la que me saluda cuando me ve
Vamos a ver cuanto duran antes de rompermele otra vaina al carro.
Por ellos no me he atrevido a sacar mi telescopio muy temprano en la noche a mirar la luna, porque es casi seguro que tenga que dejarlos ver a ellos también y no toy en rompérselo en la cabeza a ninguno.
Este es el inspector de aduanas que va a chequear cuando yo abro el baul y el que le ralló el carro a Janira con la bicicleta. Al final, cuando terminó de secar la marquesina, ese bándalo le pidió dinero a mi mamá jejeje.
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